Yo tengo 26 años, no soy precisamente una vieja sabia, pero tengo a mi favor el haber pasado ya esa incómoda etapa que llaman adolescencia, y ahora puedo reconocer que la vida es más fácil de lo que parecía, y porqué.
Siempre se ha dicho que nadie escarmienta por cabeza ajena, y por más que quisieramos cambiar eso, y que los demás aprendieran de nuestros errores, o aprender de los de otros y ahorrarnos unas cuantas lágrimas, parece ser simplemente el proceso natural de la vida, llorar a ratos y hacer bobadas, reconocer luego en los más jóvenes esos comportamientos que hace rato dejamos atrás, y entender que no hay manera de hacerles entender lo que tu estas viendo... hasta que lo vivan... solo la experiencia de primera mano es real.
Quien siempre ha sido perfecto no puedo comprender a quien creció perturbado, y quien está perturbado no es capaz de ver la vida de otra manera, y sin embargo yo creo con un poco de ... no digamos esfuerzo que suena feo... ni voluntad... digamos que con disposición a pensar diferente puede modificarse el modo de ver el mundo... Anoto que no pretendo definir que es estar perturbado, ni decir que es lo normal, ni que yo lo sea... me sonó bien esa palabra, pero me refiero más específicamente al descontento con la vida, que está lleno de impotencia y tristeza, y quiero aclarar también, que lo que digo es sólo desde mi propia experiencia, y no pretendo ser ninguna ley en la materia.
Después de esta larga introducción que puede estar relacionado con el tema solo en mi mente, a lo que vinimos.
Lo que me ánimo finalmente a escribir este post (y que parece ya perdido entre tanta palabra) es algo muy particular que se da en las relaciones, que me ha pasado a mí, y que veo como les pasa a otros.
Siempre se ha dicho que los problemas hay que hablarlos, que hay que decir todo lo que se siente, y pedir lo que se quiere... no es que no esté de acuerdo, pero hay veces que hablar hace más mal que bien, porque nos convertimos en unos locos buscando la perfección, y entonces no dejamos pasar ni el más mínimo detalle sin importancia de algo que no nos gusta, y la cantaleta, o la repetición, vuelve todo un infierno, y no hay como arreglarlo...
Lo que digo, es que la vida es mucho MUCHO más fácil cuando se acepta imperfecta, cuando dejamos de pelear porque sea como queremos, y la aceptamos como es. Igualmente con las otras personas, si hay algo en el otro que no puedo soportar, que no cambiará, entonces me voy. Si en cambio es algo que simplemente no complace mi capricho (modos de hablar, de mirar, vestir, horarios diferentes, mentalidad diferente), entonces hay que madurar, y aceptar al otro como es, dejarlo ser, y ser por mi misma.
Es cuestión de prioridades, hay que tenerlas claras para sí mismo.
Estoy mezclando cosas, pero para eso nadie me va a evaluar :P. Volviendo al tema, se trata de que a veces cuando queremos arreglar algo, hablamos tanto que lo hacemos peor, nos centramos tanto en las palabras y en las nimiedades que más malentendidos aparecen. Las palabras son revoltosas y tienden a confundir. A veces el asunto es tan mínimo y las palabras lo crecen tanto, o las ganas de arreglarlo TODO son tan fuertes, que nos perdemos en divagaciones y se nos olvida lo realmente importante, y lo que digo, es que a veces hay que dejar de un lado las palabras, y actuar desde el corazón, que todo el tiempo está diciéndote que quieres, y que deseas acercarte y abrazar, y besar. A veces hay que dejar de querer arreglarlo todo, y aceptar la vida como es. Te quiero, me quieres, no nos compliquemos la vida.
Indudablemente habrán momentos de enojo, por lo que sea... el asunto es, decir lo que haya que decir,,, y luego también dejarlos ir, no hay porque quedarse recordándolo para siempre, o siendo (o haciendose) víctimas para siempre de algo que hace mucho paso. Las heridas nunca sanan si no las dejamos quietas, y a veces de tanto removerlas solo conseguimos hacerlas más profundas de lo que eran en realidad.
Abrazar lo imperfecto, ayuda mucho más a vivir, que quedarse desesperadamente buscando algo que nunca va a ser.
Finalmente tal vez, decir que esto me lo enseñó la realidad (la mia), con la ayuda de un par de amigos, y que lo escribo, pensando en otro amigo, a quien no pude localizar esta noche. Algo que pensaba mientras te buscaba.
Siempre se ha dicho que nadie escarmienta por cabeza ajena, y por más que quisieramos cambiar eso, y que los demás aprendieran de nuestros errores, o aprender de los de otros y ahorrarnos unas cuantas lágrimas, parece ser simplemente el proceso natural de la vida, llorar a ratos y hacer bobadas, reconocer luego en los más jóvenes esos comportamientos que hace rato dejamos atrás, y entender que no hay manera de hacerles entender lo que tu estas viendo... hasta que lo vivan... solo la experiencia de primera mano es real.
Quien siempre ha sido perfecto no puedo comprender a quien creció perturbado, y quien está perturbado no es capaz de ver la vida de otra manera, y sin embargo yo creo con un poco de ... no digamos esfuerzo que suena feo... ni voluntad... digamos que con disposición a pensar diferente puede modificarse el modo de ver el mundo... Anoto que no pretendo definir que es estar perturbado, ni decir que es lo normal, ni que yo lo sea... me sonó bien esa palabra, pero me refiero más específicamente al descontento con la vida, que está lleno de impotencia y tristeza, y quiero aclarar también, que lo que digo es sólo desde mi propia experiencia, y no pretendo ser ninguna ley en la materia.
Después de esta larga introducción que puede estar relacionado con el tema solo en mi mente, a lo que vinimos.
Lo que me ánimo finalmente a escribir este post (y que parece ya perdido entre tanta palabra) es algo muy particular que se da en las relaciones, que me ha pasado a mí, y que veo como les pasa a otros.
Siempre se ha dicho que los problemas hay que hablarlos, que hay que decir todo lo que se siente, y pedir lo que se quiere... no es que no esté de acuerdo, pero hay veces que hablar hace más mal que bien, porque nos convertimos en unos locos buscando la perfección, y entonces no dejamos pasar ni el más mínimo detalle sin importancia de algo que no nos gusta, y la cantaleta, o la repetición, vuelve todo un infierno, y no hay como arreglarlo...
Lo que digo, es que la vida es mucho MUCHO más fácil cuando se acepta imperfecta, cuando dejamos de pelear porque sea como queremos, y la aceptamos como es. Igualmente con las otras personas, si hay algo en el otro que no puedo soportar, que no cambiará, entonces me voy. Si en cambio es algo que simplemente no complace mi capricho (modos de hablar, de mirar, vestir, horarios diferentes, mentalidad diferente), entonces hay que madurar, y aceptar al otro como es, dejarlo ser, y ser por mi misma.
Es cuestión de prioridades, hay que tenerlas claras para sí mismo.
Estoy mezclando cosas, pero para eso nadie me va a evaluar :P. Volviendo al tema, se trata de que a veces cuando queremos arreglar algo, hablamos tanto que lo hacemos peor, nos centramos tanto en las palabras y en las nimiedades que más malentendidos aparecen. Las palabras son revoltosas y tienden a confundir. A veces el asunto es tan mínimo y las palabras lo crecen tanto, o las ganas de arreglarlo TODO son tan fuertes, que nos perdemos en divagaciones y se nos olvida lo realmente importante, y lo que digo, es que a veces hay que dejar de un lado las palabras, y actuar desde el corazón, que todo el tiempo está diciéndote que quieres, y que deseas acercarte y abrazar, y besar. A veces hay que dejar de querer arreglarlo todo, y aceptar la vida como es. Te quiero, me quieres, no nos compliquemos la vida.
Indudablemente habrán momentos de enojo, por lo que sea... el asunto es, decir lo que haya que decir,,, y luego también dejarlos ir, no hay porque quedarse recordándolo para siempre, o siendo (o haciendose) víctimas para siempre de algo que hace mucho paso. Las heridas nunca sanan si no las dejamos quietas, y a veces de tanto removerlas solo conseguimos hacerlas más profundas de lo que eran en realidad.
Abrazar lo imperfecto, ayuda mucho más a vivir, que quedarse desesperadamente buscando algo que nunca va a ser.
Finalmente tal vez, decir que esto me lo enseñó la realidad (la mia), con la ayuda de un par de amigos, y que lo escribo, pensando en otro amigo, a quien no pude localizar esta noche. Algo que pensaba mientras te buscaba.